lunes, 9 de mayo de 2016

24 de marzo: Dictadura Militar y Medios de Comunicación

24 DE MARZO: DIA DE LA MEMORIA POR LA VERDAD Y LA JUSTICIA


Terrorismo de Estado
El 24 de marzo de 1976 las Fuerzas Armadas dieron un nuevo golpe de Estado en la Argentina. Derrocaron a María Estela Martínez, presidenta constitucional desde julio de 1974 tras la muerte de su esposo y presidente, Juan Domingo Perón, con quien en 1973 había compartido la fórmula en calidad de vicepresidenta. Así la Junta Militar se erigió como máxima autoridad del Estado atribuyéndose la capacidad de fijar las directivas generales del gobierno, y designar y reemplazar a la presidenta y a todos los otros funcionarios. El golpe fue recibido con aceptación, pasividad, indiferencia y hasta naturalidad por amplios sectores de la sociedad, ya que estos no eran una novedad en la historia nacional: se trataba del sexto golpe militar en el siglo, pero éste tendría características inéditas. La violencia política ejercida desde el Estado contra todo actor que fuera considerado una amenaza o desafiara al poder fue una característica recurrente en la historia argentina. Sin embargo, la expresión “terrorismo de Estado” sólo se utiliza para hacer referencia al último de ellos.

Dictadura y sociedad

Un episodio tan grave como deponer a un gobierno elegido de manera constitucional difícilmente pueda concretarse por la acción de un único actor social –por ejemplo, las Fuerzas Armadas–, sino que requiere de un conjunto de avales y alianzas sociales sólidas. No hay golpe de Estado sin algún tipo de apoyo civil y el golpe de 1976 no fue la excepción. No obstante, tampoco se puede sostener que la sociedad civil en su conjunto brindó su apoyo a la iniciativa castrense. Mientras que algunos sectores aceptaron de modos diversos la irrupción militar –desde actitudes que iban del apoyo y la adhesión hasta la resignación–, otros recurrieron a diversos mecanismos para evidenciar un temprano distanciamiento desde la disidencia y la desobediencia hasta la franca oposición.
En el caso de la última dictadura, muchísimos argentinos en el ámbito privado aceptaron el golpe como una “solución” a la crisis de gobernabilidad que se había creado en los últimos meses del gobierno de Isabel Perón. Seguramente bajo la idea –recurrente en el siglo XX argentino– de que la única opción frente al fracaso del gobierno constitucional consistía en confiar a los militares la tarea de recomposición de la autoridad y el orden. Este consenso tácito, aunque extendido, es diferente –conceptual y políticamente– de otro cuyo carácter, aunque más acotado, fue explícito.

La censura


El proyecto de disciplinamiento y reorganización de la sociedad durante la dictadura no se limitó a la persecución, la represión y la desaparición de los cuerpos sino que, como necesaria contracara del Estado terrorista, se produjo la persecución de escritores, artistas, poetas, educadores, periodistas, intelectuales y la censura de sus obras. Es decir, el accionar represivo abarcó también la desaparición de bienes culturales y simbólicos.
Hubo quemas de libros (como los 80 mil ejemplares de la Biblioteca Constancio Vigil en la provincia Santa Fe, o las 24 toneladas del Centro Editor de América Latina que en junio de 1980 fueron incinerados en un baldío de Sarandí, en la provincia de Buenos Aires). Se produjo la persecución sistemática a escritores: algunos fueron desaparecidos (Héctor G. Oesterheld, Rodolfo Walsh, Francisco “Paco” Urondo, Haroldo Conti, Susana “Pirí” Lugones, entre otros); varios fueron encarcelados y/o empujados al exilio, interno o externo (Antonio Di Benedetto, Ismael y David Viñas, Osvaldo Bayer, Juan Gelman, Nicolás Casullo, Mempo Giardinelli, Leónidas Lamborghini, entre otros). Fueron prohibidos o censurados libros infantiles con el objeto de resguardar los valores “sagrados” como la familia, la religión o la patria. Por ejemplo el libro de la escritora Elsa Bornemann, Un elefante ocupa mucho espacio o El Principito del escritor francés Antoine de Saint-Exupéry Muchas personas, por miedo, realizaron quemas domésticas y destruyeron en forma íntima y privada libros, películas, discos y revistas.

Medios masivos de comunicación
La dictadura dispuso de una estrategia sistemática para utilizar los medios masivos de comunicación, tanto para la construcción y circulación del discurso oficial como para silenciar cualquier mensaje o voz opositora. Como parte del ejercicio conjunto del poder, las tres armas se repartieron el control de los distintos canales de TV, en ese entonces públicos. Otro tanto sucedió con las radios estatales. En función de alcanzar sus objetivos en la denominada “lucha antisubversiva”, la dictadura persiguió a algunos medios. Intervino, expropió y clausuró algunos diarios y revistas. Según los datos de la UTPBA (Unión de Trabajadores de Prensa de Buenos Aires) ochenta trabajadores de prensa fueron desaparecidos. Muchos más sufrieron la cárcel y el exilio. La dictadura, a su vez, potenció la autocensura a través de la implementación del miedo y el terror. Distintas investigaciones sobre el desempeño de la prensa gráfica durante la dictadura permiten identificar tres tendencias oscilantes: una primera caracterizada por la colaboración y el apoyo explícito a la dictadura (la mayoría de los medios hegemónicos); una segunda tendencia, basada en la omisión informativa y la autocensura sistemática; y una tercera muy minoritaria, representada por aquellos medios que intentaron a través de prácticas y estrategias diversas, restar consenso mediante operaciones críticas o denuncias abiertas.

Algunas medidas de la dictadura

Suspende la actividad política; disuelve el Congreso y los partidos políticos; suspende los derechos de los trabajadores; interviene los sindicatos y prohíbe las huelgas; interviene la CGT; destituye la Corte Suprema; suspende la vigencia del estatuto del docente; clausura locales nocturnos; censura libros, revistas, canciones y medios de comunicación.

 



 
 

Fuente: http://educacionymemoria.educ.ar/secundaria/index.html

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